La vocación de ser mujer

Empezaré por definir primero la palabra “Vocación” para luego hablar de la vocación de la mujer. La palabra vocación viene del verbo en latín “vocare” que significa “llamada”. Pero uno no se llama a sí mismo, sino que vive impulsado o requerido a dar una respuesta y esta respuesta tiene que ser libre.

En términos generales, la vocación es una llamada particular a una forma de vida o a ejercer una profesión determinada. Es lo que cada uno tiene de propio, de diferente, en relación con otro ser humano. Por ejemplo cuando encontramos una enfermera cumpliendo su trabajo con compasión decimos que tiene vocación para enfermera y así en todos los campos del desarrollo humano.

Podemos decir también que la vocación es el porqué y el para qué de la vida. El reconocimiento de mi vocación es el descubrimiento de mi propia identidad. Esta identidad nos viene de Dios desde el momento de la creación (Génesis 2: 18-24) donde vemos cómo Dios creó al hombre y a la mujer en igualdad de condiciones; ambos con la misma dignidad, diferentes pero complementarios el uno con el otro.

La vocación de ser mujer

            Muchas son las características que identifican a las mujeres, pero parte de la esencia femenina es que ella envuelve a la totalidad del ser porque cuida, protege, nutre y favorece el desarrollo psicológico, afectivo y moral de quien esté a su lado. Las características femeninas son indispensables para el desarrollo y maduración de una vida social sana y equilibrada.

El Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Mulieris Dignatatum” sobre la Dignidad de la Mujer, nos habla preciosamente de la vocación de la mujer y de su rol en la sociedad. El Papa distingue dos dimensiones en la vocación de la mujer: la maternidad y la virginidad que a la luz del Evangelio adquieren la plenitud de su sentido y de su valor en María que como Virgen llega a ser Madre del Hijo de Dios.

La maternidad física

La mayoría de las mujeres están llamadas a la maternidad física. Los estudios científicos confirman que la constitución física de la mujer y su organismo tienen una disposición natural para la maternidad, es decir para la concepción, gestación y parto del niño como fruto de su unión matrimonial con el hombre. En el sufrimiento propio de la maternidad, la sensibilidad de la mujer desempeña un papel particular, aunque a menudo ella sabe soportar el sufrimiento mejor que el hombre. Al respecto recuerdo que cuando cumplí 11 años de edad y tuve mi primera menstruación, tuve los dolores propios de esos días. Me puse a llorar y renegué de ser mujer. Me preguntaba por qué tenía que pasar por este sufrimiento que lo consideraba injusto. Mi mamá se sentó a mi lado y me consoló diciéndome que debía estar orgullosa de ser mujer porque Dios me estaba dando la posibilidad de convertirme en madre en el futuro y que mi cuerpo empezaba a prepararse para esa gran misión que Él tiene reservada a las mujeres. Desde ese momento empecé a apreciar mi feminidad y cada mes esos dolores me recordaban la vocación que luego en  mi edad adulta descubriría cuando opté por el matrimonio.

La maternidad espiritual

La virginidad de la mujer es la segunda dimensión de la vocación de ser mujer y requiere la renuncia al matrimonio y por tanto también a la maternidad física. Sin embargo, existe la maternidad espiritual como lo vemos en la vida de las mujeres consagradas y en las congregaciones religiosas, cuya maternidad se expresa como el amor y el servicio a los más necesitados: los enfermos, los minusválidos, los abandonados, los huérfanos, los ancianos, los niños, los jóvenes, los encarcelados y en general todos los marginados de la sociedad.

Ya que la mujer tiene la responsabilidad de la formación espiritual y moral de su familia, nos preguntamos, ¿Qué pasa con las mujeres que trabajan fuera de casa desarrollándose profesionalmente? ¿Necesariamente tienen abandonada a su familia? La actividad profesional de la mujer no es contraria a la naturaleza ni a la gracia divina desde ningún punto de vista, siempre y cuando se tenga un balance entre ambos roles.

Cuando el hombre conozca y reconozca la naturaleza y cualidades femeninas, asumiendo su co-responsabilidad en la familia y no sólo fuera de la casa, la sociedad podrá estar realmente equilibrada y enriquecida con los valores femeninos y masculinos. De ese modo la mujer podrá desarrollar sus potencialidades en plenitud, aportando mucho tanto en su familia como en la sociedad.

2016 © Martha Pezo-Marin.  Todos Derechos Reservados.

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About Martha Pezo-Marin, MFT

Martha es la Coordinadora del Ministerio Familiar Hispano y Planificación Natural de la Familia para la Oficina de Vida Familiar de la Arquidiócesis de Hartford, CT. Martha desarrolla su verdadera vocación en el trabajo con parejas y familias para lo cual obtuvo su Maestría en Marriage and Family Therapy. Entre los ministerios que realiza están: Preparación y Enriquecimiento Matrimonial, Duelo y Planificación Natural de la Familia. Martha es natural del Perú y está casada con Cluber por 36 años. Tiene 3 hijas casadas, 4 nietos y dos más en camino.

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